En el pasado, el mundo operaba bajo un juego de suma cero, donde el crecimiento económico era limitado y ganar más significaba quitarle a los demás. Esto condujo a una desigualdad extrema y un conflicto constante. Pero con el inicio de la revolución industrial todo cambió. El mundo pasó de un estado de estancamiento a uno de crecimiento e innovación.
La clave de esta transformación fue el poder de la innovación. A medida que surgieron nuevas ideas y soluciones a los problemas existentes, el crecimiento económico se convirtió en un juego de suma positiva, donde todos podían beneficiarse. Con cada innovación, se descubrieron problemas más complejos e interesantes, lo que condujo a mayores avances.
En este nuevo mundo, lo mejor para nosotros es que todos prosperen. Un planeta próspero significa más innovación, ya que más personas aportan sus ideas y soluciones al mercado en crecimiento. Por eso es crucial mejorar las vidas de quienes están en peor situación, ya que estimula la demanda de innovación y facilita la producción de nuevas soluciones.
Imagínese si la demanda de una cura para el cáncer fuera mayor, si más personas tuvieran los medios para pagarla. La investigación médica habría recibido mucha más inversión y el progreso en la búsqueda de una cura estaría muy por delante de donde se encuentra ahora. Al garantizar que todos tengan la oportunidad de prosperar, liberamos todo el potencial del ingenio humano.
Vivir en un mundo de suma positiva significa que nuestros intereses individuales se alinean con el bienestar de los demás. Lo mejor para nosotros es que la gente de todo el mundo mejore su situación, ya que esto genera un pastel más grande para todos. Ya sean viajes espaciales o avances médicos, un mundo próspero nos beneficia a todos.
Trabajemos por un mundo donde todos puedan prosperar, donde la innovación no conozca fronteras.