A lo largo de miles de millones de años, ha habido una guerra invisible en nuestro planeta, una guerra en la que trillones de organismos han perecido cada día sin que nos demos cuenta. Esta guerra es librada por la forma de vida más mortífera del mundo: los bacteriófagos, conocidos como «fagos». Aunque se parecen a un invento de ficción, estos virus están en todas partes, incluso en nuestras manos y en nuestros intestinos. Mientras que los fagos son responsables de la mayoría de las muertes en la Tierra, solo matan bacterias, no a nosotros.
Los fagos son virus especializados que necesitan un hospedador para sobrevivir y reproducirse. Son básicamente material genético encerrado en una cubierta. Cada fago se enfoca en una bacteria específica y, a menudo, en sus parientes cercanos. Cuando un fago encuentra a su víctima, se adhiere a ella y la infecta, tomando el control y obligándola a producir nuevos fagos. Una vez que la bacteria está llena de fagos recién formados, estos liberan una enzima potente que destruye a la bacteria y la mata.
En los últimos años, los bacteriófagos han comenzado a recibir atención por parte de los humanos, quienes se han dado cuenta de que estos diminutos asesinos podrían ser nuestras armas secretas contra las infecciones bacterianas resistentes a los antibióticos. A diferencia de los antibióticos, que matan indiscriminadamente todas las bacterias, incluidas las benéficas, los fagos son como misiles guiados que solo atacan a su objetivo específico. Además, los bacteriófagos evolucionan junto con las bacterias en una carrera armamentista constante, por lo que siempre están mejorando sus habilidades asesinas.
Aunque existe la posibilidad de que las bacterias puedan desarrollar resistencia a los fagos, también podría haber una solución. Algunas investigaciones sugieren que las bacterias que desarrollan resistencia a los fagos pueden perder su resistencia a los antibióticos. Esto significa que podríamos atrapar a las bacterias en un dilema sin salida.
Aunque los tratamientos con fagos aún se encuentran en etapas experimentales y las compañías farmacéuticas son reticentes a invertir en ellos, las investigaciones están avanzando rápidamente y cada vez se les presta más atención. La era en la que los antibióticos eran nuestras súper armas está llegando a su fin, y la idea de inyectar a las criaturas más mortales del planeta en nuestros cuerpos podría ser nuestra salvación.